viernes, 3 de septiembre de 2010

LOS PRIMEROS FRUTOS DEL ESPIRITU


LOS PRIMEROS FRUTOS DEL ESPIRITU
Juan Wesley

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al Espíritu (Romanos 8:1).

1. Con las palabras: “los que están en Cristo Jesús,” in­dudablemente se refiere el Apóstol a los que creen con sin­ceridad; los que justificados por la fe “tienen paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” Los que de tal manera creen, ya no andan “conforme a la carne,” no siguen los movimientos de su naturaleza corrompida, sino que an­dan conforme al Espíritu: de modo que sus pensamientos, pa­labras y obras están bajo la dirección del Espíritu Santo.

2. “Ahora pues, ninguna condenación hay para” éstos. Ninguna condenación por parte de Dios; porque El los ha justificado “por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús.” El ha perdonado todas sus iniquidades y borrado to­das sus transgresiones. No hay condenación para ellos por parte de su conciencia, porque no han recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcan lo que Dios les ha dado (I Corintios 2:12), el cual Espíritu da testimonio a su espíritu de que son “hijos de Dios.” A esto se añade el testimonio de su conciencia, “que con simplicidad y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, mas con la gracia de Dios,” han “conversado en el mundo” (II Corintios 1:12).

3. Pero siendo que muchos han entendido mal esta Es­critura, y a veces de una manera tan peligrosa; siendo que hay infinidad de hombres “indoctos e inconstantes,” (hombres que no han sido enseñados de Dios), quienes, por consiguiente, no están firmes en la verdad, que es la santidad, y la han tor­cido para perdición de sí mismos; me propongo demostrar, lo más claramente que pueda, primero: quiénes son “los que están en Cristo Jesús, que no andan conforme a la carne, mas conforme al Espíritu,” y en segundo lugar, cómo no hay “con­denación” para éstos. Concluiré con algunas deducciones prác­ticas.

El Poder del Espíritu Santo


Sermón predicado el Domingo 17 de Junio de 1855
por Charles Haddon Spurgeon
En la Capilla New Park Street, Southwark, Londres.
"El Poder del Espíritu Santo" -- Romanos 15:13

El PODER es una prerrogativa exclusiva y especial de Dios y sólo de Dios. "Dos veces he oído esto: que de Dios es el poder." Dios es Dios, y el poder le pertenece. Aunque delegue una porción de él a Sus criaturas, sigue siendo Su poder. El sol, aunque sea "como un esposo que sale de su tálamo, que se alegra como gigante para correr el camino," no tiene el poder para ejecutar sus movimientos sino de la manera como lo dirija Dios. Las estrellas, aunque viajan en sus órbitas y nada las puede detener, no tienen ni poder ni fuerza propios, excepto aquel que Dios les otorga diariamente. El alto arcángel que está junto a Su trono y que brilla más que un cometa resplandeciente, -aunque sea uno de aquellos que destacan en fuerza y que escucha la voz de los mandamientos de Dios- no tiene sino el poder que su Creador le da.

En cuanto a Leviatán, que de tal manera hace hervir como una olla el mar profundo, que parece que el abismo es cano; y en cuanto a Behemot, que se bebe de un trago el Jordán y se jacta de poder chupar ríos enteros: todas esas criaturas majestuosas que se encuentran sobre la tierra, le deben su fortaleza a Él, que formó sus huesos de acero, y sus miembros como barras de hierro.

Y cuando pensamos en el hombre, y evaluamos si tiene fuerza o poder, todo lo que posee resulta ser tan poco e insignificante que apenas si podemos llamarlo poder. Sí, cuando está en la cumbre, cuando empuña su cetro, cuando está al mando de sus ejércitos, cuando gobierna naciones, el poder que tiene todavía le pertenece a Dios. Y esto es verdad: "Dos veces he oído esto: que de Dios es el poder."

Esta prerrogativa exclusiva de Dios se encuentra en cada una de las tres Personas de la gloriosa Trinidad. El Padre tiene poder, pues por Su palabra fueron hechos los cielos y todo lo que contienen. Por Su fuerza todas las cosas se mantienen y por Él cumplen con su destino. El Hijo tiene poder pues, como Su Padre, Él es el Creador de todas las cosas, y "sin él no fue hecho nada de lo que ha sido hecho." Y "en él todas las cosas subsisten." Y el Espíritu Santo tiene poder.

Pecadores en las Manos de un Dios Airado


Este es su famoso sermón predicado en julio de 1741.
Jonathan Edwards

"A su tiempo su pie resbalará" (Deuteronomio 32:35).

En este versículo la venganza de Dios amenazaba sobre los israelitas impíos e incrédulos, que eran el pueblo visible de Dios, y quienes vivieron bajo los medios de la gracia; pero quienes no obstante todas los obras maravillosas de Dios para con ellos, permanecieron (como dice el v.28) desprovistos de consejos, no teniendo entendimiento en ellos. De todos los cultivos del cielo, sacaron a luz frutos amargos y venenosos; como en los dos versículos que preceden al texto. -La expresión que he escogido para mi texto, A su tiempo su pie resbalará, parece indicar las siguientes cosas con respecto al castigo y destrucción a que están expuestos estos impios israelitas.

1. Estuvieron siempre expuestos a destrucción; como uno que permanece o camina en lugares resbaladizos está siempre expuesto a la caída. Esto está implicado en la manera de su destrucción cuando viene hacia ellos, estando representada por sus pies resbalando. Lo mismo es expresado en el Salmo 73:18."Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer."

2. Implica que estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina. Como el que camina en lugares resbaladizos está expuesto en cada momento a caer, no puede predecir si al siguiente momento permanecerá de pie o caerá; y cuando cae, cae de un sopetón sin advertencia, lo cual está también expresado en el Sal.73:18-19. "Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente!"

3. Otra cosa implicada es, que están expuestos a caer por ellos mismos, sin ser arrojados a tierra por la mano de otro; como aquel que permanece de pie o camina en suelo resbaladizo no necesita otra cosa que su propio peso para caer al suelo.

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